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jueves, 10 de septiembre de 2009

LA DESTRUCCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE. Casos emblemáticos: USA: El arrasamiento de los Apalaches - Parte 1


Decapitando las montañas
(Extracto del informe "El arrasamiento de los Apalaches" por John McQuaid)


La existencia de los Montes Apalaches data de hace 300 millones de años. La presencia de carbón en sus entrañas es el residuo de las turberas formadas en los pantanos tropicales costeros cuando apenas existía un sólo supercontinente, Pangea. Sin embargo toma apenas unos pocos meses echar abajo la cumbre de una montaña mediante el uso de explosivos y excavadoras gigantes. Se trata de una técnica más rápida y menos laboriosa (en intensidad de mano de obra) que la minería subterránea, y permite un acceso ganancioso a delgados filones de carbón que de otra forma podrían no ser dignos de extracción. Desde mediados de la década de 1990, la industria del carbón ha labrado una estela de devastación a lo largo de las tierras altas ricas en carbón de los Montes Apalaches, uno de los casos más dramáticos de devastación ambiental y fracaso regulatorio.


La suerte de las cumbres ha atraído la atención internacional, pero lo que sucede en el valle es en muchos aspectos más significativo aún. Cada primavera, la lluvia que cae en las laderas de las montañas Apalaches se junta en delgados riachuelos, mezclándose con las aguas primaverales y los manantiales. Estas corrientes, a menudo de no más de un pie de ancho, rebosan de vida microscópica, insectos y vida animal que son la base de las cadenas alimenticias de bosques y ríos, y de la biodiversidad. Al obstruir estos intermitentes y efímeros riachuelos con escombros mineros, se extiende la secuela ecológica más allá de los "rellenos" del valle, a los bosques aledaños, a los arroyos perennes mayores y ríos más abajo de la montaña.


Un relleno, por ejemplo, altera profundamente la hidrología del bosque. Cuando el agua de lluvia golpea un relleno en vez de un lecho de arroyo, se filtra a través del sedimento roto de las rocas y la arenisca antes de aflorar en el fondo. Los minerales comunes liberados de las profundidades de la demolida montaña -metales pesados entre ellos selenio y magnesio- se infiltran y fluyen río abajo.


Durante los años de Bush, científicos del gobierno produjeron una pila creciente de estudios que mostraban como los rellenos ensuciaban los cursos de agua. El biólogo del servicio de pesca y vida salvaje A. Dennis Lemly encontró que altas concentraciones de selenio en el lodo del Río West Virginia, río abajo de la descomunal mina a tajo abierto Hobet 21, eran las causantes de la deformación hallada en los peces. Un estudio de 2008 de la EPA mostró que un gran incremento en la "conductancia específica" del agua - concentración de iones metálicos eléctricamente conductores- inmediatamente río abajo del relleno, estaba eliminando poblaciones enteras de "moscas de mayo", una especie efemeróptera ubicua cuya desaparición era indicativo de un efecto ecológico muy amplio.


La destrucción de los cursos de agua y de la vida acuática son por supuesto, ilegales. Pero en la casa de diversiones burocráticas de las remociones a cielo abierto, las leyes pueden decir una cosa mientras las acciones apuntan en dirección opuesta. Para una interpretación de sentido común, los valles de relleno violan partes de dos leyes federales: la del Agua Limpia y la Minería de Superficie y la Ley de Rehabilitación. Pero desde la década de 1990 la industria del carbón y sus aliados en el gobierno han diseñado una serie de soluciones legales y reglamentarias.


Por ejemplo, la Ley de Minería de Superficie prohibía la actividad minera dentro de un área de cien pies de un río si este tenía un impacto significativo en la calidad del agua o del medio ambiente -algo que perecía prohibir la actual descarga de escombros mineros dentro del río en cuestión. Pero esa norma nunca fue aplicada, y en los días postreros de la administración Bush fue reescrita para hacer su práctica legal. (Ken Salazar, Secretario del Interior anunció recientemente planes para revocar ese cambio, pero dejó claro que tenía la intención de aplicar una prohibición a la descarga).


Sin embargo, es la Ley de Aguas Limpias sobre la cual los grupos ambientalistas se han centrado implacablemente, presentando una serie de demandas acusando al Cuerpo (Cuerpo de Ingenieros de la Armada de los EE.UU), de no cumplir con sus obligaciones de aplicación, que establece que "el material de dragado o de relleno no deberá ser descargado en el ecosistema acuático" si este será causa de "una degradación significativa de las aguas de los Estados Unidos". Entre otras cosas, esto incluye la interrupción del ciclo de vida de los organismos acuáticos y la pérdida de hábitat de peces y vida silvestre. Nuevamente, parece lógico asumir que sepultar el arroyo de una montaña cumple con esos criterios. Pero esa no es la forma en que ha funcionado hasta ahora.


En pocas palabras, el Cuerpo evalúa los efectos ambientales de los rellenos usando técnicas que muchos científicos critican como muy poco rigurosos. El Juez de Distrito de los EE.UU, Robert Chambers concuerda, resolviendo dos veces que el método del Cuerpo era "arbitrario y caprichoso" (Una de las decisiones de las Salas -que ayudó a crear la actual reserva de solicitudes pendientes de permisos- fue más tarde revocada con la excusa de que las agencias merecen deferencias en la interpretación de sus propias regulaciones, una victoria para los tan criticados cuerpos).


fuente: Yale, enviroment 360
fotos: cortesía de Vivian Stock y Antrim Caskey

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