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miércoles, 4 de enero de 2017

Como llorar a la especie extinguida, si no nos afligimos el uno por el otro

No tenemos rituales para hacer frente a la extinción, la destrucción ecológica o la pérdida del medio ambiente. Y eso es un problema. Ahora, un grupo apasionado de artistas y activistas están tratando de crearlos.

"Hoy en día, el verdadero dolor no se practica", dice Megan Hollingsworth, poeta y fundadora del proyecto de arte colaborativo ex·tinc·tion wit·ness (testimonios de extinción). "Si fuera así, los niños no serían asesinados en las guerras, ni irían con hambre y sin hogar por las calles de las naciones más ricas del mundo. El agua estaría protegida. Los deseos de hombres y mujeres ya "crecidos" nunca superarían las necesidades de un solo niño, y mucho menos de comunidades enteras.

 

Un tilacino o tigre de Tasmania en cautiverio, en algún momento en los años 20. El tilacino fue diezmado por los colonos europeos en Australia quienes erróneamente lo vieron como un asesino de ovejas. Fotografía: Popperfoto

Por: Jeremy Hance

A principios de 2010, la artista, activista y madre, Persephone Pearl, se dirigió al Museo de Bristol. Al igual que muchos preocupados por el destino del planeta, estaba desesperada por las conversaciones climáticas fallidas en Copenhague durante el invierno. Sentada en un banco ella vió a un animal disecado detrás tras un vidrio: un tilacino. Antes de eso, nunca había oído hablar del marsupial carnívoro que se extinguió en 1936.

“Aquí estaba esta hermosa y misteriosa criatura perdida, encerrada en una vitrina”, dice. "Ello me impresionó súbitamente, era algo insoportable, indigno. Y tuve la repentina visión de romper el vidrio, levantar el cuerpo, llevar el tilacino a los campos, acariciar su cuerpo, hablarle, lavarlo con mis lágrimas, y enterrarlo cerca a un río para que pueda volver a la tierra."

Pearl sintió pena, un profundo dolor por la pérdida de una criatura que nunca había visto en la vida, una especie que había sido exterminada porque los colonos europeos lo habían considerado una plaga. Sin embargo, ¿cómo nos afligimos por las especies extintas cuando no hay rituales establecidos, no hay funerales de extinción, ni catarsis por el dolor causado por una pérdida que de muchas maneras está simplemente más allá de la comprensión humana? Hemos estado aniquilando especies durante más de diez mil años –comenzando por la megafauna del Pleistoceno como los rinocerontes lanudos, loss osos de cara corta y los perezosos gigantes–, y todavía no tenemos manera de sentir pena por ellos.

Martha vuelve a volar. Martha fue la última paloma viajera del mundo, que pereció el 1 de septiembre de 1914. Una vez las aves más pobladas del planeta, las palomas viajeras, desaparecieron muy rápidamente debido a la caza excesiva y la destrucción de su hábitat. En 2014, unos dolientes llevaron este modelo hasta el Monte Caburn y lo quemaron en una pira. Fotografía: Robin Taylor

Aun así, Pearl no se guardó la pena ni la ignoró. En su lugar, trató de compartirla. En 2011, Pearl, quien es la co-directora del grupo de artes ONCA, y el grupo de teatro Feral en Brighton, ayudó a organizar el primer Día del Recuerdo para Especies Perdidas. Celebrada cada 30 de noviembre, la fecha se ha convertido en un día para los activistas, artistas y dolientes para encontrar maneras creativas de compartir su pena por las especies extintas - y revitalizar su amor por el mundo natural.

"Esperamos que los eventos del recuerdo funcionen como los funerales que hacen los humanos", dice Rachel Porter, cofundadora del Día del Recuerdo de Especies Perdidas y terapeuta del movimiento. "Tales rituales son antiguos, están incrustados dentro de nosotros. Solo estamos poniendo un ritual común en un contexto aún poco conocido. "

La mayoría de estos eventos no son grandes –no son miles las personas marchando en las instalaciones de los gobiernos–, pero más que el número de personas que asistirían a un funeral para un ser querido, son eventos comunales y en su mayoría íntimos, llenos de cosas que uno podría esperar y otras que no: como quemar piras, cantar, leer poesía, tocar campanas y las marchas procesionales.

La rana se extingue, los medios bostezan.
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Pero no hay reglas para el Día del Recuerdo de las Especies Perdidas y cualquiera puede iniciar un evento público o celebrar una ceremonia privada. Este año, están en todo el mundo, incluyendo una cena para el pájaro dodo en Londres, una lectura de poesía en Berlín, y un ritual de recuerdo para el tilacino en las afueras de Brisbane, Australia.

La diseñadora gráfica y terapeuta de arte Julia Peddie, quien está organizando el ritual de tilacino en Australia este año, dice que recuerda como primer aprendizaje de niño, sobre cómo los seres humanos aniquilaron al pájaro dodo - y cómo el conocimiento la aplastó.

"Sólo puedo imaginar cómo se sienten ahora los niños, presenciando tan enormes pérdidas, y me pregunto si ellos están siendo desensibilizados para afrontarlo", dice. "El Día del Recuerdo para las Especies Perdidas brinda una oportunidad para que los niños y adultos se conecten con su dolor y, al hacerlo, recuperen una parte de sí mismos".

La vitalidad de la pena

Pero seamos honestos, muchos de nosotros probablemente encontremos la idea de asistir a un funeral, o caminar en una procesión para una especie desaparecida, un poco tonta. Incluso esto puede hacernos sentir algo más profundo: vulnerables. Pero Pearl dice que esto es sólo algo que cabe esperar.

"Si el duelo por una persona perdida es difícil, afligirse por ecosistemas y especies es completamente nuevo y desafiante".

Un monumento a especies extintas fuera de Whitehall en 2010 creado por Persephone Pearl, Jessie Martelhof y Thomas Daniell. Fotografía: Persephone Pearl

Ella dice que como una sociedad global hemos perdido el conocimiento de cómo afligirnos incluso para nuestros seres queridos más cercanos, citando al maestro y escritor Stephen Jenkinson, quien escribe que nuestra sociedad es "fóbica de la muerte y analfabeta del dolor".

"Nos resistimos a hablar de la muerte y del morir", dice Pearl. "Se ve como una cosa terrible, que se debe evitar a toda costa. Tenemos miedo de molestar a la gente y de hacer incómodas las conversaciones.

¿Pero a qué costo? Según Porter, nuestra incapacidad para mostrar dolor –o incluso permitirnos sentirlo–, puede conducir a trastornos mentales.

"El dolor podría quedar fuera de lugar si no se reconoce y un dolor extraviado puede ser destructivo, podría manifestarse como depresión o ansiedad".

En contraste, mostrar dolor puede resultar en catarsis. En un proceso emocional descrito por primera vez por Aristóteles hace más de 2.000 años, los sentimientos intensos y reprimidos se permiten ser liberados de manera segura a través del ritual. Después de ello, los dolientes son capaces de seguir adelante, tal vez incluso con más sabiduría que antes.

"Hoy en día, el verdadero dolor no se practica", dice Megan Hollingsworth, poeta y fundadora del proyecto de arte colaborativo ex·tinc·tion wit·ness (testimonios de extinción). "Si fuera así, los niños no serían asesinados en las guerras, ni irían con hambre y sin hogar por las calles de las naciones más ricas del mundo. El agua estaría protegida. Los deseos de hombres y mujeres ya "crecidos" nunca superarían las necesidades de un solo niño, y mucho menos de comunidades enteras.

Hollingsworth, también uno de los fundadores del Día del Recuerdo para las Especies Perdidas, llevará a cabo una ceremonia de repique de campanas en Montana el día 30...

Fin de la primera parte.

Esta es una traducción al Español del artículo: 
 nos aflige la extinción de especies?) Por: Jeremy Hance,
 The Guardian.com, Sábado 19 de noviembre de 2016
 

Conferencia Cradle to Cradle: La búsqueda de la ecoefectividad